Tienes muchas cosas a tu favor, y demasiadas en tu contra, pero la única que me sirve, la única que me importa es que te quiero, y eso gana a cualquier chorrada contra ti.

Y vuelvo a estar,

más loco que de atar, dibujo corazones, después de echar mi aliento en los cristales de tu voz, y vuelvo a respirar tu aire y mis pulmones se llenan de la vida que me quitas al andar.

Ese chico.

El que me ve caer, y me obliga a levantarme.

El que hace que aprenda de mis errores. 

El que hace que cada día me levante, sólo con una pulsera.

Porque él es él, el que hace que cada día sonría.

Es difícil ¿sabes?
Es difícil saber que te quiero, y que tú quieras a otra.
Es difícil no mirar tus fotos incontables veces al día y no soltar unas cuantas lágrimas al verte tan perfecto, en tu habitación, en la playa, en la ciudad... con pantalones largos y chanclas, con camisetas de tirantes, con bañador por la noche y con deportivas, como si te vistes de payaso...
Es difícil escribir esto, intentado no soltar una sola lágrima.
Porque tú eres mi estrella, la que ilumina esta noche, la que me hace encontrar el norte, que en la estrella polar sólo cabemos tú y yo.
Pero para ti sólo soy una estrella más del sistema, una simple y pequeña estrella de todas las randiantes demás, y, la verdad, esto, es muy difícil para mí.

Y aquí estoy.

He aprendido cosas que prefería no haber aprendido en la vida, pero que si no las hubiese aprendido me hubiese arrepentido. 
También he aprendido a luchar por mis sueños, a luchar por lo que quiero, a no seguirle la corriente a mis enemigos, simplemente hacer de oídos sordos, y perdonarles cuando querían que luchara contra ellos ¿para qué? pues para enfurecerles más.
En esta vida todos tenemos un destino, un destino que hacemos a lo largo de nuestra vida, con las cosas que hacemos, decimos o pensamos durante nuestra vida.
A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.